Más allá de los dominios de las Cataratas, cuya fuerza arrasadora se abre paso en los escasos resquicios que ofrece la selva de Misiones, cualquier posibilidad de delinear un recorrido medianamente interesante parece diluirse. Pero es cuestión de tener paciencia: el manto vegetal se reabre a 20 kilómetros de la pieza mayor y asoman los numerosos atractivos de Puerto Iguazú. Cerca de las Tres Fronteras surcadas por los ríos Iguazú y Paraná, la originaria cultura guaraní se fusiona con el bagaje de los inmigrantes europeos y los sabores típicos se combinan con sitios históricos, tradiciones prehispánicas, recreación y sitios dedicados a la preservación del entorno natural. Aquí van diez sugerencias para tomarle el pulso a este lugar único, envuelto en selva y tierra rojiza en la generosa geografía de la Mesopotamia.
1. Las Cataratas
En el corazón del Parque Nacional Iguazú, el bramido de las Cataratas atenúa cualquier sonido, al punto de minimizarlo como tímido rumor. En este confín de Misiones envuelto en selva y tierra rojiza, las aguas del río Iguazú se acercan agitadas y se vuelcan desde 275 saltos. El conmovedor espectáculo, que se torna estallido en la Garganta del Diablo, deja impávidos a los turistas, sea cual fuere su origen. Les llena los ojos, los perturba y agita todos sus sentidos. El latido del corazón empieza a acelerarse con la aparición en escena del salto Dos Hermanas. Son tres caídas paralelas de 30 metros de altura, que van a parar a un piletón verdoso y agitan las bandadas de urracas, zorzales, calandrias y carpinteros.
La selva se digna a descorrer su velo y la panorámica se empapa con el torrente disparado por el salto San Martín, la atracción central del Circuito Inferior. Las manchitas anaranjadas de los gomones que se animan a exponerse al diluvio son borroneadas por el agua que arrecia también desde el salto Escondido. Después del esfuerzo padecido por igual por los tripulantes y sus pasajeros, unos y otros recuperan fuerzas despatarrados de cara al sol en la playa de arena de la isla San Martín. Un oportuno arco iris, extendido desde la costa brasileña hasta las empapadas barrancas del lado argentino, pinta el crepúsculo con colores vivos. Bajo el predominio de los verdes de la selva, bandadas de colibríes, tucanes y miles de mariposas aportan al festival cromático, que se extiende al rojo chillón de los ceibos florecidos, el amarillo de los perobá y el tono cobrizo que adoptan los cupay, Más tarde, los paseos nocturnos a la luz de la luna llena exhiben este magnífico resguardo de naturaleza a través de su profusión de sonidos y perfumes.
2. La Aripuca
El inquieto Otto Waidelich, miembro de la colonia de inmigrantes alemanes de Andresito –un pueblo cercano a Iguazú rodeado por siete reservas naturales–, no tuvo mejor idea que recrear a escala gigante la trampa de madera que utilizaban los originarios pobladores guaraníes para cazar aves. Para ello, se valió de treinta troncos tumbados en la selva, de 200 a 500 años de antigüedad. En total, la obra de 17 metros de diámetro por 30 metros de diámetro es sostenida por 500 toneladas de treinta de las doscientas variedades de madera contabilizadas en la selva de Misiones.
El recorrido por el parque que rodea la atracción mayor es guiado por Cunumí Reró Candiyú, –”Pequeño brillo del sol”, rebautizado Fabiano Fernández en su documento–, que vive en una de las seis aldeas mbyá guaraníes de la zona. Cunumí es campeón provincial de competencias con arco y flecha, discípulo de su abuelo cazador, que también solía utilizar aripucas para procurar alimento. En el salón de productos típicos artesanías en madera, como arcos de guatambú con dos flechas, cerbatanas de fibre de caña de bambú o güembé, canastos, mates, réplicas de yaguareté y tucán, helados de yerba mate y rosella y hasta dulces comestibles de madera yacaratiá.
3. Güirá Oga
Un tractor arrastra un vagón, que carga a los visitantes hasta los refugios para animales silvestres heridos o enfermos, rescatados por el Centro de Recuperación y Recría de Aves Güirá Oga. Pese al significado del nombre del lugar (“La casa de los pájaros”), en este predio de casi 20 hectáreas intensamente perfumado por la naturaleza, en el que los chicos se deslumbran por los vuelos de más de medio centenar de variedades de mariposas, hay mucho más que aves.
Antes de ser reintroducidos en su hábitat natural, aquí viven un período de curación y recuperación. Se aprecian intimidantes aves rapaces (como halcones y águilas), tucanes, pavas de monte, loros, monos caí y carayá, osos meleros y muchos más pájaros de los que uno pueda imaginar. El grueso manto vegetal de cuarenta especies de árboles resguarda las instalaciones, a las que muchos animales llegan muy deteriorados, como consecuencia de accidentes que sufren en rutas muy transitadas, maltrato o descuido por parte de gente que se los apropia y los encierra o fueron decomisados de manos de traficantes. El paisaje protegido fue el sitio más adecuado que encontraron los naturalistas Jorge Anfuso y Silvia Elsegood para iniciar su delicada misión en 1997.
4. El Jardín de los Picaflores
A pocos pasos del centro de Puerto Iguazú, Marilene “Mary” Moschen propone un paseo por el ámbito más familiar posible: el jardín de su propia casa, donde la empalagosa fragancia de 150 especies de plantas atrae a toda hora a más de 50 pájaros de siete variedades de añumby (picaflor). En invierno se acercan muchos más pájaros característicos de la mata atlántica (que recubre Misiones y parte de Paraguay y de Brasil) y la cifra y el sonido estridente se cuadruplican.
El momento ideal para disfrutar de este magnífico espectáculo de trinos agudos y vuelos rasantes es entre las 4 y las 6 de la tarde, cuando las aves acuden masivamente a picotear bromelias, rosas chinas y farolitos. Leandro Castillo, el hijo de la dueña de casa, no deja de sorprenderse por el interés compartido por expertos ornitólogos con bebés y niños. Su madre trajo la idea de su tierra original (la zona rural de Sao Miguel do Oeste, en el estado de Santa Catarina, Brasil), donde una multitud de pájaros se posaba sobre sus plantas nativas y bonsáis y ella los alimentaba con néctar de azúcar.
5. The Argentine Experience
En la avenida Brasil, a dos cuadras del muy concurrido cruce de calles Tres Bocas, The Argentine Experience acaba de introducir una propuesta de alta gama en medio de los estridentes sonidos disparados por las tiendas populares y los comedores masivos del centro. La idea de los creadores de este restaurante inusual, inaugurado a mediados de noviembre pasado, es compartir una cena exclusiva en un salón con capacidad máxima de treinta personas, mientras el menú combina la comida con una detallada explicación de usos y costumbres muy arraigadas en la cultura argentina.